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La pequeña pero potente sala 3 de Razzmatazz se prepara para recibir a los estadounidenses The Wonder Years un dificultoso martes de febrero. Con muchos amigos de la web llegamos prontito a disfrutar del directo de los de Pennsylvania y nos encontramos una sala realmente vacía. No es la primera vez que vemos unos teloneros tocar con muy poca gente y es realmente triste. Como siempre, recordamos nuestro movimiento «Entra a ver los teloneros, desgraciao», si puedes llegar una hora antes, mejor, descubrirás gente maravillosa.
La verdad es que Free Throw me sorprendieron, tanto musicalmente como en directo. Tienen un montón de buenas canciones en su repertorio, cierta variedad y una presencia escénica cojonuda. Pese a un sonido bastante peor que el que conseguirían los cabezas de la noche poco después, con una voz que no se podía distinguir con demasiada calidad, el trabajo que tienen los de Tennessee a sus espaldas hace que suenen realmente compactos e hicieran un trabajazo, con unos arreglos de guitarra peculiares para el género y una trabajada técnica vocal de Cory Castro, destacando The Corner’s Dilemma, su último single, que sonó realmente bien. Nada olvidables.
Llegan ya las 9 y media de la noche y todo está listo para que empiece The Wonder Years. La sala luce muchísimo mejor de aforo y hay grandes expectativas en el público. Yo también estoy expectante, pese a que, sinceramente, no haya sido nunca un grupo que me interese demasiado.
Los estadounidenses arrancan con suma energía con Sister Cities, tema homónimo de su último álbum, con esa mezcla del rock alternativo con el pop punk noventero y un estribillo bastante grandilocuente, cantado a toda voz. El público, repleto de extranjeros, ya empieza a saltar y a abrir pogos, se notaba que la gente tenía muchas ganas de que pisaran el escenario.
Con temas más antiguos prosigue el concierto, cortes como Local Man Ruins Everything o Dismantling Summer, levantan aún más la sala, para volver luego a su último LP con Raining in Kyoto o Flowers where your face should be. Un gran arranque, en el que se nota la experiencia del sexteto americano, su sonido más trabajado y la habilidad que tienen en los arreglos de los instrumentos, aunque a veces no se pudiera distinguir con 3 guitarras sonando a la vez.
Dan Campbell, bastante hablador, es un buen comunicador para los intermedios, con su simpatía y amor por la gente de la sala, pero The Wonder Years no son una banda que interactúe mucho con el público durante las canciones, al menos eso pasó hasta el loco final del concierto. Aun así, tampoco les hacía falta para generar una marabunta de mosh y empujones, cosa que los de primera fila de la pequeñísima sala estarían sufriendo.
Después de más temas antiguos, se agradeció un pequeño parón con la tranquila Pyramids of Salt, efectivamente interpretada. Sin descanso, canciones como Heaven’s Gate, Passing Through A Screen Door o Cigs and Saints llevaban al público a empezar una oleada de crowdsurfing bastante contundente, con gente que saltaba al escenario, eso sí, con un cierto orden. Cosa que no pasó en la recta final del concierto, donde todo se salió de madre de una forma realmente exagerada.
Con el potente final compuesto de Devil in my Bloodstream y Came Out Swinging el público tomó una actitud que no había visto jamás en una sala tan pequeña, con una media de 5 personas haciendo crowdsurfing a la vez, en un público de igual unas 25 personas, saltando al escenario para volver a tirarse y mientras, los que quedaban saltando como descosidos. Mucha energía en ese final, aunque la preocupación estaba: hubo alguna caída y alguna persona pudo darse contra la columna más de una vez. Por suerte todo fue bien y queda como una anécdota del final de concierto más loco que he visto en sala pequeña.
En definitiva, un concierto de liberación, de esos a los que la gente va para gritar y olvidarse de su rutina, buen sonido, una banda experimentada y un espectáculo destacable. No sé si un concierto que recordaré de aquí 20 años, pero un directo que te vale la entrada.