“Si tuviera que renombrar el Rock n’ Roll, lo llamaría Chuck Berry”. Con esta cita, John Lennon consiguió algo que pocos podrían hacer: utilizar la palabra para hablar de la magia esencial que desprende el rey del Rock n’ Roll sin dejarse nada en el tintero. Tal día como ayer, hace 93 años, nacía en Misuri aquel que estaba destinado a revolucionar el panorama musical y a reconstruirlo a su manera.
Podemos afirmar, sin caer en exageraciones ni sesgos cargados de subjetividad, que Chuck Berry fue una de las figuras más influyentes de la historia de la música. Considerado por la revista Rolling Stone uno de los “inmortales”, el guitarrista atesoraba una (casi) inabarcable lista títulos, premios y galardones, además de una mayúscula estima entre el público y sus compañeros de profesión. No por nada goza siempre de uno de los puestos más altos en las listas de mejores artistas musicales; quinto puesto en la revista Time, así como en la revista Rolling Stone en la que se le sitúa en el top 10 de los “inmortales”, por poner algunos ejemplos. Además, recibió un Grammy en 1984, el Premio Polar en 2014 y su nombre forma parte tanto del Salón de la Fama del Rock como del Paseo de la Fama de Hollywood. No obstante, sabemos que no son sólo los reconocimientos los que hacen inmortal a un músico sino su legado, y el que nos ha regalado Chuck Berry no tiene comparación ni precio alguno.
Berry comenzó a explotar su talento musical desde joven. De forma totalmente autodidacta, gracias a un libro y a la ayuda de sus vecinos, aprendió a tocar la guitarra cuando era sólo un niño. Su primera presentación fue en la escuela donde estudiaba con una impresionante versión de Confessin’ the Blues de Jay McShann. A partir de ese momento, su futuro estaría marcado por la música. Más adelante, tras haber recibido clases del guitarrista de jazz Ira Harris, comenzó a tocar en fiestas y reuniones sociales.
En 1944 ingresó en un reformatorio como consecuencia de un robo a mano armada junto con dos amigos suyos en diversos locales de Kansas City. Ni enfrentándose a esta situación dejó Berry de lado su pasión: formó un grupo de canto en el reformatorio en el que se encontraba, además de dedicarse al boxeo. Al ser liberado tres años después de su ingreso el guitarrista empezó a buscar su lugar en el mundo, lo que dio como resultado su integración en la banda Sir John Trio, con Johnnie Johnson al piano. El grupo tocaba en un club por las noches y, paulatinamente, Berry fue ganando protagonismo en la banda. Siempre se caracterizó por su mezcla de estilos; a pesar de que Sir John Trio tiraba siempre del rhythm and blues, el músico no tenía preparo en introducir en su repertorio música country. Esto se vivió desde un recibimiento muy polarizado, pues una parte de los oyentes, al ser gente racializada, rechazaba el country, pero a su vez la mezcla tan original de estilos acababa cautivando al público.
Era cuestión de tiempo que la maestría de Berry acabase en boca de todos. La originalidad de sus ritmos y su carisma en el escenario se corrió como la pólvora, y finalmente acabó estallando en 1955 cuando firmó con la discográfica Chess Records. Bajo la tutela del dueño de la compañía, el artista sacó algunos de sus temas más representativos y que terminarían por convertirse en los cimientos de un género que estaba por surgir. Maybellene fue su primer single y la fama que obtuvo fue instantánea. Con cada producción, Berry y su banda se superaban, siempre estaban en lo más alto de las listas de éxitos. Así lo demostraron con Too Much Monkey Buisness, Thirty days, Roll Over Beethoven o School Days. No sería hasta 1957 que se lanzase su primer disco, After School Session, cuyo éxito fue apabullante. Poco después, lanzó los que son sus singles más famosos, Sweet Little Sixteen (cuya melodía coparon los Beach Boys al componer Surfin’ USA y por lo que entraron en pleito con el artista) y Johnny B. Goode. Con ellos Berry se colocó en la cresta de una ola que hizo suya y que todavía hoy lo sigue siendo.
En 1959 volvió a ser condenado por cargos de inmoralidad citados en la Ley Mann. Al salir de prisión en 1963 su personalidad cambió de forma radical. Según sus amigos y familia se volvió una persona fría y distante. No deja de llamar la atención que, mientras él cumplía condena y estaba privado de libertad creativa, se experimentó un auge de grupos ingleses (lo que se conoce como “invasión británica”) cuya inspiración principal fue la música de Berry, grupos como Los Beatles o los Rolling Stones.
Las creaciones de Berry siguieron creciendo y, con ellas, su influencia y legado. Sus composiciones fueron revolucionarias; creció rodeado de country, blues, swing y boogie-woogie, consiguiendo interiorizar la esencia de cada uno de los estilos para dar lugar a un estilo propio y único.
Podrían correr ríos de tinta sobre el cantautor americano, pero preferimos cerrar el artículo con una cita de la Real Academia Sueca de la Música que afirma que “Cada riff y solo tocado por guitarristas de rock durante los últimos 60 años posee un ADN que puede ser rastreado hasta Chuck Berry”.