A la hora de hacer los análisis, es una ardua tarea el tener que escuchar, obtener información y asimilar el objeto en cuestión. Si conocemos la trayectoria de los autores es incluso más difícil abstraerse con totalidad y dar una visión clara y objetiva que entrelace la visión fan con la mirada periodística. Hoy nos toca descomponer el décimo trabajo de uno de los grupos más influyentes en el panorama post-hardcore de los último veinte años, y no podemos dejar de lado el amor que sentimos por ellos, pero vamos a intentar ser consecuentes.
El cuarteto de california vuelve a las andadas con la experimentación en su último álbum de estudio, dando un giro de ciento ochenta grados con respecto a To Be Everywhere Is To Be Nowhere (2016), una obra muy directa y guitarrera, que supuso el primer escalón desde el hiato que duró cuatro años. Ese disco, aunque era conservador en formas, conseguía una fuerza y una consistencia que lo convirtió en otra cima conquistada en su discografía. Pasaron los años y no podíamos parar de preguntarnos sobre cuál iba a ser el rumbo que iban a tomar, y con las primeras pistas de su renovada búsqueda más allá de sus fronteras, no podíamos ocultar lo largo que teníamos los dientes.
Entonces… ¿Qué ocurre en Palms? Si tenemos que explayarnos con su concepto no acabamos, pero sí, Palms es el elepé más ambicioso en cuanto a sonido desde los maravillosos discos conceptuales que lanzaron en 2008, The Alchemy Index Vol: I & II y The Alchemy Index Vol: III & IV. Tomando prestado el groove rítmico y crudo de Beggars (2009) y por supuesto la constante expansión de horizontes, estamos ante una fórmula consecuente para lo que es el legado de la banda. Pero su ambición choca fuertemente con su calidad, que sin ser mediocre, sí que funciona de forma más ambigua y nos es menos interesante.
El hecho de que las canciones no sean malas, de hecho algunas son muy buenas, hace que estemos ante una contradicción como receptores. Nos encanta el Thrice más rompedor y heterogéneo, desde rabia grunge que aparece en Hold Up A Light o el primer single, The Grey, que son cargas sísmicas para utilizar en directo, a la dirección pseudo-industrial que aparece en la ochentera Only Us, y en la oscura y con el canto de miles de fans de todo el mundo, The Dark.
Con esto llegamos al hecho de que aún con buenas composiciones, el producto carece de una coherencia que hace que se sienta algo vago por momentos, sobre todo en el tramo central, donde tenemos dos piezas lentas una detrás de otra, aunque la segunda de estas, My Soul, sea una de las mejores muestras de calidad que encontramos. Y el síntoma de repetitividad, que se muestra bastante acechante, sobre todo en en algunos estribillos, repitiendo sucesivamente un mantra que acaba por derretir nuestro cerebro. Un pequeño traspié que acaba con la bella complejidad lírica y melódica a la que nos tienen acostumbrados.
Ahora sí, si tenemos que destacar aspectos de él, estaría por supuesto la base rítmica formada por los hermanos Breckenridge, como siempre, atronadora y sensual, con un bajo fuera de sí mismo y una utilización de compases atípicos, marca de la casa y por otro lado el timbre de Dustin Kensrue. Kensrue es uno de los mejores vocalistas que tenemos y con cada nuevo LP va a mejor, como el buen vino. Su amplio registro y su aterciopelada voz dirigen con firmeza la música, y con ello decimos que ahora mismo en ese sentido, es su mejor momento.
Por supuesto la enorme riqueza, que reluce con la utilización de instrumentación que va más allá del género es una delicia, y es que hay para todos: harpas, sintetizadores, pianos, un clarinete bajo… Una clara premisa de progreso, que habían dejado a la deriva en sus últimos trabajos de estudio y que retoman con firmeza, pero que puede que se ahoga un poco con tanto estímulo, sobre todo con las primeras escuchas.
Así que para finalizar nos queda confirmar que Palms no es lo que esperábamos, pierde algo de fuelle en conjunto, y es un pequeño desliz que se salva porque sigue brotando calidad en muchos detalles y espacios. Quizá sea así en nuestra primera asimilación, el anterior también se nos atragantó al principio y ahora nos suena de maravilla o quizá es un salto de transición para lo que depara el futuro. Tiempo al tiempo. Vistos dos veces este año, constatamos que en directo siguen siendo un “must”.
Lo mejor:
- Las influencias se respiran en cada track, desde Foo Fighters a Radiohead a Fugazi…
- La base rítmica.
- El timbre de Dustin Kensrue.
- No tienen miedo a experimentar. Riqueza instrumental.
Lo peor:
- La narrativa del disco es algo incoherente.
- Los estribillos tan repetitivos y el desavance lírico.
- Hay tramos no muy inspirados.