Blaumut en el Teatre Auditori de Granollers
Gira acústica 0001 en Granollers
El frío recorría las calles y avenidas de Granollers (Barcelona) atravesando a paseantes, transeúntes o simples despistados entre los que nos encontrábamos mi preciosa pareja y un servidor deambulando. Un agradable paseo bajo las tintineantes luces navideñas de la ciudad fue la antesala de uno de esos conciertos que, casi sin querer, dejan un suave regusto dulce en la boca durante días. Blaumut iban a abrirnos las puertas de su casa y, aunque fuera solo durante apenas una hora y media, todo iba a estar bien.
Blaumut es uno de esos grupos que se desmarcan de la corriente de la actualidad musical y apuestan por una propuesta musical única y arriesgada. Solo hace falta fijarse en la formación del grupo: Xavier de la Iglesia, voz y guitarra; Manel Pedrós, a la batería; Manuel Krapovickas con el contrabajo entre las manos; Oriol Aymat, tocando el violonchelo; y Vassil Lambrinov, encargado de hacer sonar el violín. 3 instrumentos clásicos de cuerda en absolutamente todas las canciones. El maridaje que nace de ahí entre la música clásica, el folk, la canción de autor y el pop es tan delicado como maravilloso si sabe controlarse. Y ellos saben y mucho. Y más, en directo. El frío paseo por Granollers hasta su Teatre Auditori merecía la pena.
Puntuales, bien arreglados y con la calma que los caracteriza; los 5 integrantes del grupo barcelonés ocuparon su lugar en el escenario y dieron inicio a su particular danza musical. El encargado de abrir la noche fue también la primera sorpresa, Pa amb oli i sal, su tema más exitoso. El inicio de la canción sonó algo dubitativo, pero la entrada de la batería borró cualquier atisbo de duda y, creedme, sonaba increíble. Arrancar con el máximo hit de tu carrera, común, no es; pero con un sonido tan redondo y cuidado, todo funciona.
Siguieron con De veritat, single de su último álbum, 0001, estrenado este mismo año. El brillo y el optimismo de los catalanes, otro estandarte de su discografía, llegaban a la gala. Los primeros nanana de la noche se hacían oír por entre las butacas. El ambiente iba cogiendo color y vida. Le tocaba, entonces, el turno a 100ºC, del álbum debut El turista (2012), una de las muchas canciones rescatadas de su discografía para esta gira acústica. La instrumental final de esta canción fue increíblemente preciosa; por primera vez mostraban su mejor carta y las notas de los 2 instrumentos de cuerda fregada se encontraban en el aire con el rasgado suave de la acústica creando un cuadro sonoro que eriza la piel de pura belleza musical. Y solo era el principio.
Porque entonces llegó una de las perlas del concierto. Cel estranger es una de las piezas más producidas de 0001, pasarla a formato acústico no es sencillo; pero es que lo lograron y con creces. Entre el delicado arpegio de la acústica, el maridaje de este con las cuerdas, los ínfimos detalles de los platos de la batería (con mazas para este tema) y la emoción que transmitió la suave voz de Xavier, fascinantemente cómodo; se creó una sinergia ambiental que ocupó el auditorio, convertido en un precioso cel estranger. El juego de luces protagonizó una labor discreta pero clave para conseguir tal efecto. 4 canciones y ya nos tenían en el bolsillo.

No se contentaban con eso; ahora querían sorprendernos. Así, interpretaron un Vent que mou el temps, del 2ºdisco, El primer arbre del bosc, (mi canción favorita según el dichoso Spotify Wrapped) con aires tropicales donde Vassil cambió el violín por unos bongos; un Vuit con intro a contrabajo y un nuevo juego de cuerdas digno de síndrome de Stendhal y un El primer arbre del bosc construido desde la tensión con un violonchelo grave y contundente. Para cerrar este bloque más innovador, un homenaje a las víctimas y sanitarios de esta maldita pandemia. Desaparecía Manel, el batería, y empezaban a dibujarse los primeros compases de El pont de l’Accademia , uno de las piezas instrumentales más sugestivas de la banda. El público entero con el corazón en un puño y los ojos algo más húmedos que un ratito atrás.
Una versión de nuevo tensa, esta vez de Passes la pàgina en blanc fue probablemente el punto más flojo de la noche pese a su interesante instrumental. Pero, claro, justo después tocaba disfrutar en mayúsculas con la perlita que es 0001, una canción pequeñita que parece que no se da demasiada importancia a ella misma pero que con su letra escrita en la voz de un robot que desearía poder sentir las emociones humanas, su original riff de violonchelo y su estribillo me conquistaron desde la 1ª escucha. En directo, esa genialidad y mucho más.
Un trío de éxitos cerró el concierto antes de los bises. De moment es uno de sus clásicos y, seguramente, una de sus mejores canciones; su brillante puesta en escena con duelo final violín-violonchelo con Vassil dándolo todo insufló al concierto de la intensidad precisa para encarar su primer final. La siguió Ara, aquí, present, 2ª single de 0001 (y uno de los temas más alejados de su sonido natural) que, sorprendentemente, mantuvo esa fuerza y tensión del estudio pese al formato acústico. Y cerraron finalmente con Houston, 1ª canción del concierto de Equilibri (2017). Blaumut abandonaba el escenario tras el mayor pico de energía de toda la velada. Evidentemente, los vítores y gritos pidiendo su regreso, resonaron con fuerza; eso sí, un humilde articulista musical como yo fue incapaz de desencriptar qué coreaba el público, espero a ver la próxima cita con ellos.
El cierre del concierto sintetizó a la perfección la esencia de Blaumut. Volvieron con la 2ª instrumental de la noche, Octubre, que trajo esa melancolía que duele y que cura a la vez. A mitad de esta pieza, surgió la magia. En la preciosidad de horizonte sonoro que pincelaban los de Barcelona, la voz de Manel apareció para surcar el tranquilo océano musical recitando poesía. Los versos se desprendían suave y lentamente de su garganta y se posaban en nuestras mejillas cálidamente. Nos acariciaban con sílabas musicalizadas.
Vint-i-un botons fue elegida penúltima. Xavier apartó el sillín que le había acompañado todo el concierto y el brillo se apoderó de la sala. La sensación de aire fresco y felicidad que aporta esa canción no cabe en estas líneas y en directo ya os podéis imaginar. El público estaba completamente entregado. Y, justo así, en lo que era ya una bonita y luminosa fiesta entre amigos, empezó a sonar Bicicletes. ¿Cabe añadir algo de esta inconmensurable canción? Llum de contra hivern. Fin. Aplausos.
Así salí del auditorio tras el concierto. Con ese verso grabado en la cabeza. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que acababa de pasar. Había estado perdido en un espacio inconcreto pero insuperablemente agradable; eso es lo que hacen Blaumut: llevarte a su espacio, a su universo particular, a su burbuja musical y, allí, hacerte feliz. Volver al frío de la calle, la oscuridad del cielo de Granollers, la risa de la gente, cogido de la mano de una persona a la que quiero, con un verso tan precioso en la cabeza como ese Llum de contra hivern; y todo eso, tras una estancia en el universo de Blaumut. Eso, creo, es la felicidad.
Gràcies de veritat, Blaumut. Ens veiem aviat.