Segunda entrega de Canciones porque SÍ. Y esta vez, 80s. Pero insuperablemente 80s.
De entrada, voy a romper una de las nomas que planteé en la presentación de esta sección; la canción de hoy es conocida, y mucho, pero es que no he podido resistirme a escribir sobre este himno inmortal. En bodas, playas, coches de padres, chiringuitos es escuchar esta canción y todas las toneladas de buen rollo del universo te atraviesan los tímpanos y se reparten por todas y cada una de las células de tu cuerpo ya en movimiento. Sí, por supuesto, estamos escuchando Dolce Vita de Ryan Paris y ahora nuestra vida es un poco mejor.
La propia intro lo tiene ya absolutamente todo: el dibujo inicial del bajo ya anticipa el temazo, percusión recta dentro y los teclados hacen su imponente aparición; y con ellos, la maravillosa sensación ochentera. La frase musical que las teclas hacen en esta intro es mítica. Solo medio minuto de canción y ya estamos completamente entregados a ella.
Ryan balancea el micrófono, se acerca a él con una ligera sonrisa socarrona y empieza a cantar. We’re walking like in the dolce vita. This time we got it right. La calma y frescura con las que el italiano va dejando caer los primeros versos se contagia y casi sin querer nos tiene a todos moviendo la cabeza con la misma chulería con la que él movía sus caderas con (inexplicablemente) la Torre Eiffel de fondo en el videoclip.
Uno de esos movimientos de cadera acompaña al Nobody else like you que da paso al estribillo que, realmente, convierte a esta canción en el himno que es hoy en día. Gritos naciendo de nuestras gargantas vuelan alto hacia el cielo al que nuestros brazos en alza están apuntando mientras mecemos suave y gozosamente nuestros cuerpos al compás de una melodía que ya para siempre se va a quedar a vivir con nosotros. Para culminar la fantasía absoluta que es este estribillo, se repite dos veces la frase de teclado de la intro. 36 segundos de pura maravilla musical.
El tema sigue avanzando con ese sonido tan hijo de su época, se suman unos coros fantásticos y pasa por un instrumental tan bizarramente larga como genial. Ryan Paris se va viniendo arriba sin nunca acabar de romper manteniendo así la chulería y esponjosidad de este Dolce vita. La letra sobre la noche y el amor incondicional, por supuesto, la guinda perfecta de toda esta fiesta de buen rollo.

En definitiva, música de los años 80 en su máximo esplendor, rebosante, bailable y luminosa que ocupa un lugar distinguido en nuestra memoria colectiva y que, por favor, sea así para siempre. Por favor, que siempre que escuchemos estos 7 minutos de canción nuestra Vita sea mucho más Dolce.
Un placer seguir rescatando canciones para compartir por aquí, a cuidarse y ¡nos leemos!