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[Reportaje] Caravan Palace vuelven a enamorar a la Razzmatazz con su espectáculo increíble

Caravan Palace. Fotografía: Jaume Maneja

Escribo esta crónica envuelto en la oscuridad de la noche, después de 8 horas de trabajo delante de un ordenador. Hace ya prácticamente un mes desde el concierto que nos ocupa hoy y no he podido ponerme hasta ahora a escribir, pero la euforia por haber estado presente en el concierto de Caravan Palace sigue intacta.

La gente que me conoce y algunos lectores de la página sabrán lo especial que es la banda parisina para mí. Ellos fueron los protagonistas de mi debut escribiendo crónicas para este medio, allá por 2016 y, desde entonces, no he hecho más que desear volver a estar presente en uno de sus conciertos. Parecía que 2019 iba a ser el año que volverían a la Ciudad Condal, pero cancelaron el resto de gira por problemas personales y aplazaron el concierto a unos meses después. Un retraso suficiente para poder ver como un virus se expandía por todo el mundo y dejaba herida de muerte la música en directo, en especial la que requiere de interacción con un público hambriento de fiesta. Dos años después, el 2 de diciembre, llega el momento.

Vuelvo a asistir solo a la sala, con el cartel de sold out colgado. Ha llegado el momento. Las expectativas están por las nubes. ¿Quién iba a pensar que el directo que me encontraría iba a ser incluso mejor que el que pude presenciar hace 5 años?

Se hace la oscuridad. El público ruge. Empiezan a sonar las primeras notas de Comics, canción perteneciente a su álbum de 2015. Un foco de luz directa emerge y entra la banda. El escenario es, a simple vista, más austero que en su concierto de 2016, pero nada más lejos de la realidad. El espectáculo de luces ha subido de nivel. Las luces de cañón crean líneas vistosas sobre los músicos, los fluorescentes juegan también con líneas al ritmo de la música, sin olvidarse de su clásica mascota robot, que corona el escenario en muchas canciones. La escenografía abraza ahora las formas geométricas simples, consiguiendo una fuerza cautivadora.

Caravan Palace lo han vuelto a hacer. El espectáculo es excelso, tanto en sonido como en la parte visual y han sabido dejar ir su época pasada, donde seguían una estética vintage para actualizarse sin dejar de ser una delicia para la vista y para los oídos. Zoé Colotis sabe ganarse al público en seguida. Con su simpatía, experiencia y el castellano que le otorga tener un padre cordobés, no puedes resistirte a hacer lo que ella desee. Bailar, cantar, hacer palmas, gritar… Zoé nos tiene en la palma de su mano y el show solo acaba de empezar.

Algunos de los mayores éxitos del grupo golpean de primeras. Temas como Wonderland o su versión de Black Betty, arrancan el show, en el que todo asistente canta a pleno pulmón. Los vientos lucen desde el primer momento, así como la guitarra y el contrabajo, dejando claro que, pese al gran componente electrónico, los franceses son una banda clásica de música swing en su base.

Van llegando algunos temas de su último álbum, Chronologic (2019), como Flume o Miracle, entre largas canciones instrumentales en las que los chicos brillan en los sintetizadores, dejando descansar a Zoé. Pero cuando se adentran en las canciones del más puro electroswing, el espectáculo sigue funcionando igual de bien.

Pocos grupos he visto con un espectáculo tan bien preparado de forma milimétrica y con tanto talento y tanta experiencia como para defenderlo sin que convierta en artificial, pero los parisinos lo consiguen con creces. Viendo a los 8 miembros en el escenario puedes notar sus caras de felicidad al poder estar haciendo lo que más les gusta en el mundo después de toda la pandemia. Eso el público lo capta.

Temas como Jolie Coquine o Suzy hacen un recordatorio de los orígenes de la banda al público barcelonés, con duelo de guitarra y xilófono incluido, y el calor de la sala va creciendo progresivamente, como si fuera una erupción controlada. También podemos presenciar más diferencias y sorpresas respecto al concierto de 2016, ya que ahora la banda incorpora a un bailarín profesional bailando con Zoé las coreografías tan características del conjunto francés.

Es tal el dominio que tienen sobre el público y sobre la setlist que Caravan Palace hacen algo que no le he visto hacer a prácticamente ningún conjunto: tocar su mayor éxito a mitad del concierto. Lone Digger llega de imprevisto, pero a nadie le sabe mal, porque el éxtasis colectivo es mayor que cualquier esquema mental que pueda tener el púbico. Nadie va a ver a la banda francesa para escuchar una sola canción y, si alguien lo hace, le van a tener tan maravillado con el ambiente que no se va a ir antes de tiempo.

Hay que destacar también la capacidad de la banda para convertir en otra experiencia las canciones del álbum, como el caso de Leena, una canción prácticamente instrumental incluida en último álbum que, presentada en directo, los franceses consiguen darle la vuelta y aprovecharla al máximo, con un juego de luces espectacular. Las coreografías van en aumento en el cierre del concierto con canciones como Rock it For Me, Mighty, Brotherswing o Tattoos, en un crescendo absoluto pocas veces visto en un espectáculo. Todos los músicos van cambiando de instrumento, los alardes musicales están a la orden del día y hasta la cantante se atreve a tocar un poco el saxofón. Todas estas cosas serían extrañas en cualquier otro concierto, pero en el mundo de Caravan Palace todo tiene cabida y todo es posible.

El nivel de la banda ha mejorado aún más en los últimos años y no parece que sus directos tengan techo. Yo, desde aquí, recomiendo que no os los perdáis nunca si tenéis la oportunidad, porque la música en directo ha sido, y siempre será, una de las razones que hacen que valga la pena vivir.

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