La vida es dura y tiene distintas etapas. Y para nada estoy en el mismo momento ahora que cuando fui a ver a Carolina Durante, aunque el recinto y el ciclo de conciertos sea el mismo.
Quizás no os importa mucho mi vida y queráis saber cómo fue el concierto, que, en parte, para eso habéis venido, pero yo siempre he apostado por un periodismo musical distinto, uno que no sólo sea una crónica, si no que sea una buena pieza y que conozcáis un poco a la persona detrás del teclado que fue a ver ese concierto.
Yo, simplemente, estoy en una etapa triste. No sé si es por el estrés de mis obligaciones estudiantiles (el TFG es mi Vietnam), por ciertos problemas personales relacionados con mis amistades más cercanas, la incertidumbre laboral o, simplemente… no estoy en una buena época de mi vida. Sabéis cómo me siento si habéis pasado algo parecido, es algo parecido a notar que no tienes energía, que no quieres ni levantarte de la cama y que no tienes muchas ganas especialmente de nada.
Cuando se anunció que Miss Caffeina iban a hacer un concierto de su nuevo formato acústico en Alicante, yo tuve claro que iba a ir y, aunque ahora quizá no era el mejor día en cuanto a ánimos para disfrutar al completo de los madrileños, me sentía en la obligación de viajar con ellos a Detroit una vez más.
Así, me aventuré con Salo (para los que no sepáis quién es, la correctora de la web, posiblemente la persona que más trabaje, por eso se merece todas las acreditaciones que se pueda y más) hacia el Puerto de Alicante, la Zona Volvo, para visitar por segunda vez Noches Mediterráneas, el nuevo ciclo de conciertos de Producciones Baltimore.
Cabe destacar, en comparación con el concierto de Carolina Durante, que el ciclo ha cambiado y mejorado su organización, obviamente sigue el requerimiento de mascarilla obligatoria y echarse gel hidroalcóholico al entrar y salir del recinto, pero a esto se le suma una división clarísima de sectores (hay más aforo ahora), pulseras para identificar a la gente que va al concierto y los que van al Gastro Club y seguridad más fuerte, de la que hasta yo me comí una pequeña regañina porque la mascarilla se podía quitar solo para beber y comer, entre medias, hay que llevarla puesta. Pido perdón a la pobre vigilante que me regañó, no quería causar molestias.
Así, estuvimos una horita hablando en el Puerto, sonaba de fondo una playlist cargadita de indie nacional, para esperar al concierto (pusieron Los Planetas, que no ayudó mucho a lo negativo que tenía encima) cuando la megafonía ya confirmó que el concierto iba a comenzar.
Así, me despedí de Salo y me dirigí con mi cámara al foso, dispuesto a fotografiar las 3 primeras canciones de rigor, sin saber qué depararía el nuevo formato electroacústico de los madrileños.
A priori, se notaba que Miss Caffeina iba con una actitud más sobria. Salieron al escenario con mascarillas y unas sillas preparadas para los momentos más íntimos, y parece que lejos quedaban las luces gigantes en los escenarios, para dar paso al humo y los focos.
El trío inicial vino pisando fuerte con Modo Avión, Oh Long Johnson y la increíble Venimos, posiblemente, mi canción favorita de la historia del grupo, que pude vivir en una versión más intimista desde el foso, con el público cantando a mis espaldas y noté cómo se calentaba mi corazón y sonreía tras la mascarilla. La noche prometía.
Sin duda, la vuelta de Miss Caffeina a los escenarios era especial. Traían bajo el brazo muchas sorpresas en su setlist, que incluía canciones como Ausentes Presentes o El Gran Temblor, sin dejar de lado clásicos como Capitán, del disco Imposibilidad Del Fenómeno, de 2010, que tuvo una versión completamente renovada, con un gran protagonismo de las guitarras, las palmas, la voz y la percusión. Una nueva forma de escuchar este temazo que enamoró y dejó embobado hasta al más escéptico del formato electro-acústico.
Yo, ya en mi asiento con Salo, iba notando cómo poco a poco Miss Caffeina conseguía animarme, con la simpatía de Alberto, las canciones míticas que había tarareado miles de veces como Detroit o Mi Rutina Preferida y el buen ambiente que se respiraba en la Zona Volvo alicantina.
Pero, sin duda, hubo algunos momentos en los que se demostró el inmenso poder que tiene la cultura, la música y Miss Caffeina, en los que su Calambre me llegó directo al pecho. Todo un temazo que me emociona cada vez que lo escucho y que, con el tono intimista de su nuevo formato, era incluso más emocionante.
Otra gran sorpresa de la noche fue la cover de Whitesnake, Is This Love, un temazo inolvidable que defendieron con muchísima soltura y que sonó muy bien en toda su duración.
Canciones como Cola de Pez, Eres Agua, Oh! Sana, Ácido y Prende, consiguieron empezar a mover a un público que ya estaba con muchas ganas de dar más de lo que podían en sus asientos (nadie se levantaba en ningún momento, solo para pedir bebida o comida). Todo el mundo estaba quemándose las cuerdas vocales con estos temazos del grupo madrileño que les ha acompañado en su exitosa carrera en el mundillo del indie pop.
La primera explosión fue con Merlí, una canción muy coreada por la gente, y es que, toca seguir el consejo de los madrileños, cuando no sabemos cómo continuar en unos tiempos tan difíciles y nos preguntamos qué hacer… pues viure, viure, viure, nen!
Así, Miss Caffeina abandonó el escenario, pero cuando eres perro viejo y ves que las luces no se encienden, que no ha sonado Mira Cómo Vuelo y… ¿qué te esperas? ¿Que se vayan así? No, para nada.
El grupo volvió al escenario a dar sus últimos coletazos de música con la emocionante Reina, que casi consigue arrancarme las lágrimas de mis ojos, de la que recuerdo cerrar los ojos y cantar a viva voz uno de los temazos más emocionantes y conmovedores del panorama nacional.
Y, cómo no, era inevitable que llegara la fiesta en Mira Cómo Vuelo, canción que sonaba prácticamente como su versión eléctrica con la banda completa y en la que Alberto, viendo la energía del público, animó a los presentes a levantarse, siempre con la mascarilla y sin moverse de su sitio.
La Zona Volvo se convirtió en una fiesta de bailes, saltos y saborear un poco lo que sería un concierto antes de que el mundo cambiara para siempre, porque, aún con mascarillas, gel hidroalcóholico y distancia de seguridad, la gente seguía disfrutando de la cultura segura, de Miss Caffeina, y del tema indie pop por excelencia de los últimos años.
Nos íbamos del recinto de Noches Mediterráneas, decidiendo qué hacer a continuación, pero un pensamiento era recurrente en mi cabeza: había llegado triste y salía con una sonrisa de oreja a oreja.
Ese es el poder de Miss Caffeina. El de la música en directo. El de la cultura. Calentar a calambres hasta al corazón más frío.
Ojalá y podamos seguir disfrutando de ella.